10.2.12

Garzón y las escuchas ilegales: "Rigor jurídico" frente a sentido común.

Algunos de los alborozados por la inhabilitación de Garzón de ayer se parapetan detrás del discurso de "nadie está por encima de la ley". "La grandeza del Estado de Derecho" hace que incluso unos nostálgicos de la dictadura puedan quitarse de en medio al mismo juez que se atrevió a juzgar los crímenes franquistas. Y que los corruptos puedan quitarse de en medio a quien los investigaba. ¿Está el mundo del revés?

¿Y si existe el Estado de Derecho, la democracia, como es posible que esto suceda? Bueno, basta con que el juez cometa un delito en su labor juzgadora (instructura). Que se exceda en sus funciones, aunque sea con una buena motivación, pero que al hacerlo viole la ley que garantiza un proceso justo a todo acusado. El propio Garzón está en contra de esto, por eso persiguió los GAL. Fue intolerante con la razón de estado, con eso mismo que Esperanza Aguirre decía ayer, de que el fin no justifica los medios. Lo que pasa es que Garzón niega haber superado esos límites en ninguna de las tres causas por las que se le enjuicia. No hay ningún rigor jurídico, según Garzón, y sí muchas coincidencias en cómo se están desarrollando los procedimientos contra él.

Ayer veía la entrevista "Escuchando al Juez Garzón" que se grabó hace más de un año. Ya para entonces se veía a un Garzón que no daba crédito a los obstáculos que se le estaban poniendo para su defensa. En concreto, sobre la causa de las escuchas de la Gürtel, decía que él había establecido una instrucción concreta y específica para no perjudicar el derecho a la defensa que debían tener los escuchados. En cambio se le acusaba de proponer las escuchas precisamente para minar ese derecho a la defensa, y aducían que esa instrucción (una pieza en términos jurídicos) se había añadido a la orden de la escuchas por defecto, porque así viene por defecto en el formulario con todas las que se abren, cosa que no es cierta.


No he leído la sentencia, y no puedo opinar con fundamento jurídico. Tampoco puedo opinar  basándome solo en todos los que, por diferentes razones, apoyan a Garzón incondicionalmente. Pero puedo llegar a un apoyo similar de manera razonada, puedo apoyarlo con indicios. Al no ser juez, no necesito pruebas ni un largo y tedioso procedimiento. Tan solo tengo que poner en la balanza a las dos partes. De un lado está el juez que jugándose la vida, con varios intentos de asesinato y múltiples amenazas, persiguió a narcotraficantes, dictadores, terroristas, contraterroristas, policías, corruptos de todo el bipartidismo, y que impulsó definitivamente la jurisdicción universal para que ningún dictador ni asesino de masas pueda estar tranquilo cuando decida hacer de las suyas. De otro lado tengo a nostálgicos de Pinochet o de Franco y diversa extrema derecha, gerifaltes del ministerio del Interior que se tomaron la justicia por su mano, terroristas sanguinarios, corruptos y capos de la droga que se la tenían jurada. ¿A quién no le queda claro todavía qué lado genera más credibilidad?

Está bien, está bien... es verdad que puede ser algo demagógico establecer solo estas dos opciones. ¿Y qué pasa si el juez que jura lealtad a las leyes se las salta para perseguir un delito? Este es el caso que nos presenta el Tribunal Supremo. El problema es que el Tribunal Supremo empiezo a pensar que está en uno de esos los lados. Ya cuando Chávez decía que a Garzón lo estaba acosando la extrema derecha que todavía dirigía la cúpula jurídica española, me sentaba mal incluso a mí que viniese éste de Venezuela a darnos lecciones...pero ¿y si es verdad? A falta de tener el tiempo y la técnica necesarias para leer y comprender todo el proceso y la sentencia, el pueblo todavía tiene el sentido común.

Ayer en el documental Garzón explicaba el manual de guerra contra los jueces "estrella". Primero se va a por su persona, luego van a por su actividad profesional, y cuando a fuerza de editoriales y vilipendios no se erosiona su voluntad, van directamente a por sus vidas. Se refería a Giovanni Falcone. Todavía recuerdo el día que leí la entrevista en el suplemento de "El País" en la que Falcone, juez anti-mafia, confesaba que sabía que lo matarían, pero que no pararía. Poco tiempo después se lo cargaron y recorté su foto y la puse en mi cuarto. 

Me recordaba Garzón a la voz del viejo sabio Howard Zinn cuando relataba como las mismas excusas, casi con las mismas frases, se usaban para la guerra de Vietnam y para la guerra de Irak (recomiendo el vídeo subtitulado por mi mismo a partir del minuto 5): guerra corta, pocas bajas civiles, daños colaterales, nos defendemos de una amenaza, etc... ¿De verdad es necesario que vivamos en nuestra carne los errores del pasado para garantizar un proceso justo a los mismos criminales de siempre? ¿Hemos de esperar a tener todas las pruebas mientras los de siempre siguen haciendo de las suyas? ¿puede un corrupto aprovecharse de la ley para quitarse encima al que lo quiere encerrar? O lo que es más grave, ¿puede el Tribunal Supremo secundar esa estrategia? En derecho, la teoría del fruto del árbol envenenado no es pacífica, y además no es muy popular. Pero en cualquier caso, cargarse a un juez en su nombre es un exceso incomprensible.

Debemos ser partidarios de Estado de Derecho como alternativa a la justicia popular. Debemos respetar las garantías que se establecen  para todos y frente a todos. Debemos respetar las sentencias y las garantías judiciales, y acatarlas, es un deber cívico. Un deber compartido por el propio Garzón. Pero eso no puede hacer que nos quedemos impasibles e irreflexivos mientras los poderosos y corruptos de siempre se quitan de en medio a quienes los quieren juzgar. Existe una confluencia de circunstancias y de intereses que nos deben hacer pensar que le han montado una campaña judicial y mediática de acoso y derribo. Y deberíamos admitir que dentro del Tribunal Supremo puede haber gente que participa en esa campaña... ¿cómo sino puede uno creerse que la sentencia es por unanimidad? Siempre hay votos particulares en todas las sentencias de sesgo político, y aquí no hay ni uno.

Sé que mis razones tienen poco rigor jurídico, pero tienen sentido común y perspectiva histórica: estoy con Garzón en esta causa de la Gürtel del mismo modo que estoy con las víctimas del franquismo, con Giovanni Falconi, con Howard Zinn, con José Couso, con los palestinos, en contra de Pinochet y del imperialismo estadounidense, y en general, contra el poder y a favor de los débiles. El debate de los excesos de los débiles (como una vez dijo Finkelstein sobre los palestinos), que también merecen ser condenados, soy partidario de dejarlo en segundo plano, sin olvidarlo, pero tampoco dejando que obstaculice la labor primordial de controlar y castigar al poderoso, al imperialista, al que sigue desequilibrando la balanza de la injusticia masiva a su favor de manera totalmente impune. No necesito una venda de imparcialidad en los ojos ni pruebas fehacientes. Detecto cuando se siguen ciertos manuales. La historia me hace situarme en un lado sin temor a equivocarme, aunque abierto siempre a escuchar la opinión contraria.

Pero en ningún caso consideraría que sería un buen día para la democracia y la libertad, el día que hubiesen condenado a Gandhi por evasión de impuestos británicos. Ayer, cuando condenaron a Garzón por escuchas ilegales a unos corruptos que según la policía seguían delinquiendo desde la cárcel, fue un mal día para los que, como yo, lamentamos que tantas argucias legales se usen para condenar los que tratan de hacer justicia y sirvan para liberar a quienes deberían dar con sus huesos en la prisión.

Como escribí hace un año, "necesitamos más garzones, no menos".

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