Curioso
documental. Y
no lo digo porque satisfaga la curiosidad previa del espectador, sino
porque es
demasiado heterodoxo en su planteamiento y despierta, al menos en mi,
nuevas curiosidades no por el tema del que va, sino por la persona que
lo hace. Paraece demasiado atrevido. Demasiado
juguetón. Anda por una fina línea demasiado quebradiza, entre la
denuncia y el
cachondeo, entre el compromiso y el desinterés. Y sin embargo para mí
sigue
teniendo algo de atractivo, sigue mereciendo la pena porque es capaz de
enseñarnos que con dinero se consigue todo … por si acaso queda algún
idealista
por ahí.
El periodista danés Mads
Bruggers (el nombre ya lo dice todo) es un tipo extraño. Ya fue famoso
internacionalmente por su anterior documental en el que se hacía pasar por un director
de teatro que le pedía permiso a Korea del Norte para filmar en su territorio,
bajo la excusa de un intercambio cultural. La verdad era que trataba de mostrar
los aspectos más oscuros de este régimen criminal.
Ahora en “El
embajador” vuelve a dar un giro más de tuerca con su humor retorcido, que me
recuerda un poco al detestable Borat: se hace pasar por un tipo que quiere
conseguir un título diplomático con el objetivo de sacar “diamantes de sangre”
de la Repúblicana Centroafricana.