Desde hace tiempo oigo muchas voces, incluso dentro de Podemos que critican las infames "listas plancha". Son, según dicen, una forma de abusar del poder y la fama de los líderes más televisivos para asegurarse que sus opciones son las que salgan en las votaciones.
El análisis merece la pena, y se ha debatido hasta la saciedad en Plaza Podemos. ¿Debemos facilitar la opción de votar a toda una lista (en plancha) a los que no tienen ganas de pensar, a los que entrarán a votar a Pablo Iglesias y a todo su equipo sin ningún ejercicio crítico? O por el contrario, ¿debemos obligarlos a hacer tantos clicks como puestos a elegir, aunque no conozcan nada más que a los 4 o 5 que salen en la TV?
Yo soy de la opinión de que no debemos asustar ni excluir al votante que solo quiere entrar en la web de Podemos, votar a los que conoce, y salir antes de que terminen los anuncios de su reality show. Ese votante, con el que no me identifico, tiene tanto derecho a participar del cambio como cualquier otro. Si le obligamos a estrujarse el cerebro para conocer todas las candidaturas, y que las vote una a una tras la oportuna y limitada investigación, seguramente votaría a voleo, de manera irreflexiva o pasaría directamente.
Al votante facilón, al que no está comprometido, al que no quiere o no puede aportar dinero ni esfuerzo físico o intelectual, podemos cantarle las cuarenta con lecciones sobre alta política,... o podemos simplemente dejarlo que aporte su granito de arena en la medida que quiera o pueda.
El votante más exigente tiene en sus manos las herramientas para elegir a quien quiera, y combinar nombres de mil formas posibles. Para demostrarlo cuelgo este vídeo en el que se puede ver la libertad de elección que existe en Podemos. Las famosas listas plancha no impiden votar a miembros de diferentes listas. Pero la libertad para seleccionar a miembros de diferentes listas tiene un precio: hay que molestarse en elegirlos. El que quiera puede votar toda una lista completa, y el que no, puede elegir a diferentes miembros, pero tendrá que molestarse en hacer click en los nombres de su elección.
Algunos dicen que Pablo Iglesias cuenta con ese votante facilón, que entrará a votar su nombre en plancha, es decir, con todos los nombres asociados a su nombre, a su lista. Puede que sea cierto, yo no lo sé, ¿pero a alguien se le ocurre otra opción más transparente y democrática? ¿Debemos eliminar la opción plancha para obligar a ese votante a que se curre su votación, o debemos dejarlo que vote aleatoriamente sin ni siquiera tener el referente del criterio del líder al que sí conoce? Es normal que muchas personas, al desconocer (y no querer molestarse en conocer) al resto de candidatos, prefiera confiar en el criterio de Pablo Iglesias a la hora de acompañarse de un equipo, que del suyo propio que sería como una rifa de feria. ¿Debemos privar al votante menos reflexivo de esa opción, y hacerle que vote a lo loco, o debemos indicarle cuál el equipo que le gusta al líder que conoce?
La crítica desde la izquierda suele venir desde una utópica visión del elector: sería ideal que todos fueran inteligentes y creyentes en los principios básicos del compromiso político, y que todos escudriñarán las candidaturas para aprovechar todo el potencial de una lista abierta. Pero la realidad es que las masas todavía no tienen (no tenemos) ese nivel, o quizás tampoco tengan el tiempo ni las ganas de hacerlo. Hacerles comulgar con ruedas de molino, como si no fuesen los suficientemente puros, me parece una postura intransigente. Eso sí que sería actuar, y hacer que los demás actúen en plancha, como un rodillo.
Actualmente existe libertad de elección, el que quiere una opción sencilla y prefabricada la tiene, y el que quiera una opción más personalizada también la tiene... pero tiene un precio: pensar y decidir. No es un castigo comparativo al que quiere una mayor libertad, sino una consecuencia de ejercerla.
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