29.7.15

Viaje a Polonia



Todo un éxito de viaje, por la cantidad de cosas que pudimos hacer y lo bien que salieron. Buscábamos naturaleza y la encontramos como nunca antes, el listón lo ponemos cada vez más alto. Del 20 al 27 de julio de 2015, el viaje transcurrió más o menos así.
DÍA 1
De Almería cogimos un vuelo directo a Varsovia, y desde allí alquilamos con Sixt un coche para ir a  Mikołajki, al sur de Polonia, donde está Masuria, la Tierra de los mil lagos. Son lagos navegables, con puertos llenos de vida turística.


Aterrizando en Varsovia


Conduciendo hacia Mikolajki

DÍA 2
Nada más despertar al día siguiente, cogimos las bicicletas de Villa Katrin  e hicimos una ruta fascinante y bucólica sin par. Probablemente para un polaco de la zona solo es el camino para ir al trabajo, pero para nosotros fue toda una aventura descubriendo paisajes de encanto cada 500 metros.
Ruta en bici

Paisajes bucólicos

Luego nos subimos a un barco para ir al lago más grande de la zona, el Sniardwy, conocido como el Mar Masuriano. Allí pudimos descansar en una mesa privada junto a la tripulación, de la que nos apropiamos en cuanto subimos a bordo.
Descansando como un marqués

Tras comer unos platos riquísimos nos apuntamos a un viaje en globo, del que se había encaprichado Lola. Yo temía marearme o vomitar, pero al final resultó ser el viaje más placentero de toda mi vida. La sensación es como si flotaras en un mar sin olas, los ascensos, descensos y traslaciones son tan suaves que no percibes fuerza alguna, tan solo una sensación de estar volando sin esfuerzo, como si fuera el planeo de una gaviota, pero mucho más lento. Experiencia recomendable al 100%.
Un sueño hecho realidad

El piloto era un experto, tenía el globo más grande Polonia (20 plazas, el nuestro era de 16), y nos dio un diploma... por si queríamos seguir aprendiendo, digo yo. El aterrizaje es lo más complicado de subir en globo, porque se hace dando saltos como un canguro, pero en esta ocasión ni siquiera llegamos a volcar.

Los más bonito son las vistas de las copas de los árboles cuando miras hacia abajo, y no puedes dejar de pensar que esa es la vista de los pájaros cuando nos sobrevuelan. Es lo más parecido a ese sueño recurrente de pasar por encima de los cables de la luz, sentir el cuerpo liviano y elevarse por encima de horizonte.

A vista de pájaro
Copas de árboles

Mini-isla
Nido de cigüeñas en poste eléctrico

DÍA 3
Al día siguiente volvíamos a Varsovia, y en el camino nos paramos tres veces.

La primera vez fue al pasar por Ruciane Nida, otra pequeña ciudad de puerto encantador, a la que estuvimos a punto de elegir como base de la zona masuriana.


La segunda vez fue para curiosear una de esas miles de entradas que hay junto a las carreteras polacas. Un sendero por el que nos aventuramos a dar un paseo, dejando atrás el coche. Era un sitio sin señalizaciones, perdido en el bosque, apenas nos atrevíamos a avanzar por si nos adentrábamos en propiedad privada... en esas Lola me gastó una broma que quedó muy bien en vídeo.

Finalmente nos paramos a curiosear de nuevo, ... nos quedamos con ganas de sorpresas y esta vez las encontramos. Era una reserva donde había animales, y como a mí me gustan tanto, compré una entrada y una bolsa de frutos picados para alimentarlos.
Bambi y yo


Hacia calor como para bañarse...pero no era el momento.


Al llegar a Varsovia, devolvimos el coche, y cogimos un avión para Cracovia. Nada más llegar nos esperaba un chofer privado para coger un bus e ir a Zakopane, donde queríamos dormir para empezar las rutas a la mañana siguiente. El avión llegaba tarde, y no nos daba tiempo a llegar a la estación de bus. Gracias a la pericia y profesionalidad del chofer, logramos coger el bus en una de sus paradas en ruta.
DÍA 4
Despertamos ya en Zakopane, y nos fuimos al Morskie Oko, el lago más representativo que alberga el parque nacional Tatra. Hay una gran tradición de subirla a pie, por una carretera asfaltada. Las multitudes que se congregan allí son muy parecidas a una romería. No me consta que tenga ningún componente religioso, pero lo parece. No obstante, para los más vagos (o los ateos), hay un carruaje de caballos (no se permiten ni vehículos de motor ni siquiera bicicletas) que por supuesto cogimos para llegar a la cima descansados y frescos para hacer las verdaderas rutas del Morskie Oko.

Dimos la vuelta al Morskie Oko, no sin antes hacer una subida suicida al Czarny, desde donde las perspectivas te cortan el aliento, no por falta de oxígeno, sino por asombrosas vistas. De esas que sabes que solo has visto en documentales y que tienes que pellizcarte para saber si es un sueño. En mitad de la subida cayó una tromba de agua. La gente se empezó a volver, pero yo haciendo acopio de un espíritu aventurero inusual en mi, y tratando de impresionar a Lola, dije que ya que nos íbamos a mojar de cualquier manera, merecía la pena seguir. Finalmente llegamos al segundo lago, el Czarny, cuando empezó a salir el sol de nuevo, así que la suerte nos acompañó haciendo brillar mi heroicidad y masculinidad por una vez en la vida. Fue solo una tormenta pasajera que nos despejó el paisaje de multitudes, y pudimos fotos a diestro y siniestro.

Por encima del Morskie Oko



Panorámica del Morskie Oko
Levitando en Czarny
Posando a la orilla del Morskie Oko



DÍA 5
Al siguiente día anunciaban mal tiempo pero, pero Lola fue quien empujó esta vez hacia los Tatra de nuevo, y dió en la diana. Fue un día mejor que el anterior. La ruta hacia el Valle de los Cinco Lagos, fue la ruta más dura y espectacular que jamas hayamos hecho. Comparándola con el viaje a Croacia, en Plivitce, la belleza de los lagos rivaliza con este lugar, la diferencia es que aquí es todo más salvaje, más gigante, más escarpado. En este caso lo que nos sorprendió no fue la llegada a los lagos, sino la ruta en sí misma, que era todo un espectáculo y una experiencia.
Subiendo al Valle de los cinco Lagos

Lago sobre lago


Uno de los cinco Lagos

Extenuado


DÍA 6


Plaza pincipal de Cracovia
Al siguiente día nos fuimos a Cracocia por la mañana para visitar la ciudad. Nos encontramos con Ela, una guía de free walking tours, que realiza como su nombre indica, rutas turísticas en español y al final tú le das lo que tu conciencia y valoración estiman oportuno. Nos enseñó el barrio judío, y nos contó la historia de los judíos en Polonia, desde tiempos remotos, hasta el siglo XX. Lo hizo de manera muy entretenida, tenía mucho de animadora socio-cultural, además de guía turística. Fue la antesala de una visita obligada para mí, que tanto he leído sobre el Holocausto judío.







DÍA 7
Tras varios intentos de compaginar las minas de sal con la visita a Auschwitz, finalmente nos conformamos con esta última por problemas de agenda. Nos la consiguió Marga, a la que conocimos por internet gracias a su web llena de detalles y que denota años de profesionalidad dedicada al turismo español en Polonia. No nos decepcionó. Nuestro guía privado, Luca, se paraba con nosotros y atendía todas nuestras dudas (quien me conozca sabe que puedo ser muy pesado y quisquilloso), haciendo un balance más que adecuado entre curiosidad histórica y respetuoso transito por un terreno en el que se asesinaban rutinariamente a miles de personas por día.
Entrada a Auschwitz I

El trabajo hace libre
Cuando he manifestado mi deseo de visitar Auschwitz, algunas personas me han dicho sería algo macabro o morboso. El morbo es una curiosidad malsana, alejada de la víctima y su sufrimiento, superficial y deleitante. La curiosidad histórica sin embargo, ejerce un perfecto equilibrio entre conocer de primera mano los acontecimientos, respetar la tragedia, y profundizar en el conocimiento de sus causas y contribuye a la memoria desde la dignidad.

Vista desde dentro de Birkenau
En realidad, para cualquiera que sepa mínimamente lo que fue Auschwitz, el visionado de cualquier película sobre el Holocausto podría ser un acto de morbosidad. Yo no lo entiendo así, sino como una aproximación a un mundo que existió, y que nos asombra que fuera posible. Pero la visita al lugar tiene un plus de voluntariedad y esfuerzo para adentrarse en el horror, supone una aproximación más auténtica y una comunión más comprometida con la historia.

¿Qué sentido tiene visitar las cataratas del Niagara si ya las hemos visto cientos de veces en películas y documentales? Supongo que el hecho de vivir la experiencia. En cambio, revivir el infierno no es nada agradable para los sentidos. Y tampoco hace falta visitarlo para no olvidarlo (aunque resulta evidente que los que lo vivieron lo recuerdan más vivamente que los que lo conocemos por libros y documentales). ¿Por qué entonces?

No digo que haya sido un homenaje, ni una necesidad de presentar mis respetos (como sí hicieron un grupo de colegiales israelíes envueltos en la bandera de su país mientras cantaban frente a la vitrina de zapatos de bebé), ni una necesidad religiosa como andar la Vía Dolorosa. No. Se trata de un paso al frente para negarse a cerrar los ojos. Mi implicación no se conforma con haberlo visto ya en TV, si estaba allí tenía que verlo sí o sí.
Pasillo de vallas electrificadas

En mi caso, mi curiosidad por el tema se generó con un libro que me regaló mi hermana cuando tenía 17 años: "Los verdugos voluntarios de Hitler", de Daniel Jonah Goldhagen. He leído críticas a ese libro, y aprendido con autores que lo secundan y lo rechazan. Y la pregunta en la historiografía del Holocausto sigue todavía candente; ¿cómo es posible que un pueblo culto como el alemán llegase a esa barbaridad dantesca? Los estudios que tratan el Holocausto judío se solían centrar en las víctimas, pero ignoraban la mente de los perpretadores. Mi inquietud radica en la perspectiva del asesino, en cómo podían convivir con sus familias a pocos metros de distancia, de una masacre masiva y cruenta hasta lo inimaginable. No es el sufrimiento, sino la maldad, o mejor dicho, la capacidad de hacer el mal sin remordimiento lo que es realmente turbador. Visitar las construcciones que se idearon con aquellas intenciones o la casa del comandante Rudolf Hoess tan cerca del campo (no confundir con Rudolf Hess), te da la oportunidad de caminar por una mini ciudad (cerca de 100.000 personas podían vivir allí) y hacerte una idea de cómo podía ser la visión de "un día normal" en Auschwitz.
Vista desde la torre

Las aclaraciones del guía, los paseos de un lugar a otro, y la sordidez del lugar ... no solo me han hecho suspirar honda y respetuosamente por las víctimas, sino que también han fijado una serie de conocimientos, ubicaciones y detalles que ningún documental, mapa o libro ha conseguido anteriormente: las diferencias entre Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau, o las distancias entre sectores, o la rutina macabra del prisionero allí encerrado, o las dimensiones y apariencias exactas de los vagones de ganado que usaban para transporte, o la escalofriante "estancia de 4 estrellas" en los barracones de ladrillo que los propios prisioneros calificaban al compararla con otros barracones... todo ello lo he visto con mis propios ojos, y ya forma parte de mí, es una contribución personal a mi conocimiento teórico del tema. Porque una cosa es leerlo o verlo en TV, y otra verlo en persona. Supongo que a una conclusión parecida han llegado la mayoría de los visitantes del museo, más de un millón al año.
Mi perspectiva desde la torre de entrada


En la entrada de unos de los barracones de Auschwitiz I hay una inscripción, con una frase de Santayana que dice: "El que desconoce la historia está condenada a repetirla". Yo añadiría que el que aún conociéndola, no la siente, corre riesgos similares. No olvidemos nunca que no eran monstruos los que lo hicieron, sino seres humanos desprendidos de su esencia humanitaria, en su mayoría voluntariamente por arte de una ideología y un desprecio hacia el prójimo del que nunca estaremos totalmente liberados, como han probado guerras y genocidios posteriores.




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