Ayer en "La calle pregunta", una sección dentro de la Sexta Noche, Pablo Iglesias atendió las preguntas de un grupo de ciudadanos que cada semana interrogan a un candidato diferente. Dentro de ese grupo está Mariano Calvo, un empresario que se presenta como católico y siempre orienta sus preguntas al tema religioso.
En esta ocasión afirmó que aunque es partidario de un estado laico, muchos cristianos se sienten perseguidos, y le preguntó a Pablo Iglesias qué medidas pensaba tomar para evitar esta discriminación. Así, sin más.
La pregunta soltada así, a bocajarro, debió desconcertar a Pablo Iglesias. Nótese que no se refería a la persecución religiosa que los cristianos están sufriendo en otros países, sino a la que supuestamente existe en el nuestro. Iglesias empezó a contestar dándole la razón al coincidir en su posicionamiento a favor de la laicidad del estado. Pero, después, no se refirió en ningún momento a esas discriminaciones y persecuciones. De este modo, tanto la pregunta, como la respuesta, fueron kafkianas. El que hacía la pregunta no aclaraba a qué diablos se refería, y el que la respondía le daba la razón en otro asunto diferente.
Fue bastante surrealista el ejercicio de comunicación. Es como si un tipo te parase por la calle y te dijera: "Buenos días, ¿sabes que soy Napoleón?". Si buscas una respuesta conciliadora y no caer en una mentira, solo puedes decirle : "Sí, claro, hace un buen día efectivamente..." De esa manera ni siquiera le preguntas de dónde ha sacado su delirio de grandeza, y así evitas contrariar a alguien con el que no vas a poder coincidir, porque tiene una visión demasiado distorsionada de la realidad.
Yo no daba crédito ni a la pregunta ni a la respuesta. Afortunadamente, Don Mariano Calvo, tuvo tiempo de concretar a lo que se refería tras la respuesta de Pablo Iglesias (de hecho fue el presentador el que vio necesaria la aclaración). El ciudadano mencionó dos casos en los que se concretaba esa persecución y discriminación contra los católicos. El primero de ellos era sobre la reciente decisión del ayuntamiento de Valencia en relación a los símbolos religiosos del tanatorio. El nuevo alcalde, Joan Ribó, ha decidido que los usuarios del tanatorio, puedan elegir si quieren símbolos religiosos o no en sus luctuosas ceremonias (antes estaban a la vista por defecto). El segundo caso se refiere a la decisión de la nueva alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, de no montar el belén navideño en el consistorio de la capital y en determinados lugares públicos.
Sentirse ofendido porque se tiene en cuenta la sensibilidad del otro, ocultando unas imágenes religiosas, o descubriéndolas a elección del usuario, es tanto como ofenderse o sentirse perseguido porque se legalice el matrimonio homosexual. Quien se cree en posesión de un concepto unívoco y exclusivo de familia, se siente agredido cuando alguien diferente puede formar la suya. O quien se cree que su credo es el único que debe tener presencia en su ayuntamiento, lógicamente se siente discriminado cuando le dicen que sus manifestaciones religiosas deben lucirse en otro sitio menos oficial.
No me extenderé en explicar que ninguno de los dos casos supone persecución alguna. Justo al contrario, para que no se pueda decir que se discrimina o privilegia a una religión por encima de otra se toman estas medidas que están dentro de la idea de separación Iglesia-Estado; una idea en la que ambos coincidían. Y es que hoy en día, no solo porque haya más ciudadanos de otras religiones, también porque existen más ciudadanos que no profesan ninguna, los flirteos oficiales con la religión deberían quedar fuera del espacio público, donde la neutralidad y la seriedad del laicismo no se vean afectados.
Mi crítica a lo que sucedió ayer, no va tanto contra el señor que hizo la pregunta como contra el que la contestó. El que la hizo era un señor normalmente alejado de la esfera mediática, sin grandes
recursos dialécticos, que solo buscaba sacarle a Pablo Iglesias una
respuesta sobre un tema que le preocupaba.
En cuanto al político que contestaba, por una parte es cierto que no habría sido elegante contestarle como habría hecho a un contertuliano. Si esa misma pregunta la hubiese formulado Marhuenda habría visto más
lógico que Pablo Iglesias se hubiese tronchado de la risa, y le hubiese
espetado que despertarse del martirologio al que algunos cristianos
todavía recurren cuando ven amenazadas sus ideas. Pero por otra parte, al menos habría sido de esperar que negase la mayor: "No existe persecución o discriminación contra los católicos en España". Eso es lo que debería haber dicho Pablo Iglesias desde el principio. Perseguir la neutralidad religiosa del estado no es perseguir a los creyentes, a menos que los creyentes (en cuanto tales) se crean propietarios del estado.
Y esto se puede decir con más o menos tacto. Buscar la elegancia en las formas y ser inclusivo a la hora de responder al electorado, entiendo que sea responsabilidad de quien se presenta a presidente del gobierno. Así que hasta puedo entender que haciendo uso de su conocida retórica, Pablo Iglesias le dijera que también las mujeres maltratadas o los homosexuales pueden sentirse discriminados, y que si los católicos son discriminados en la misma manera, también deberían obtener la protección del estado. Pero no fue eso lo que finalmente dijo. Lo que hizo fue equiparar la situación subjetiva y surrealista de discriminación contra los católicos, con la situación de discriminación real contra mujeres y homosexuales (como acreditan leyes y sentencias). De esta manera, Don Mariano Calvo se sentó medio convencido, porque se le dio alguna esperanza de poder acudir a los tribunales para luchar contra esa persecución a la que está siendo sometido. Y por su parte, Pablo Iglesias, zanjó habilidosamente una polémica que le podía haber estallado, provocando un posible enfrentamiento con un católico, algo que electoralmente pudiera ser inconveniente.
Supongo que a Pablo Iglesias le habrán aconsejado ser más conciliador, especialmente con gente corriente, ya que no es lo mismo contraargumentar con un político, que hacerlo con un ciudadano. Ambos pueden defender lo mismo, pero mientras el político debe ser derrotado, el ciudadano debe ser incorporado. Y es que es necesario contar con todos los apoyos, incluso de los que no son de tu cuerda, para lograr un cambio que beneficie a la inmensa mayoría de la población... incluidos los que no son como tú. Algo así, pero con diferente y mucho mejores palabras, dijo Pablo Iglesias cuando se le preguntaba que por qué no se mostraba más abiertamente de izquierdas. La contestación se puede ver en este youtube, en lo que es una de las mejores críticas que haya oído nunca a la izquierda tradicional.
Si la triste respuesta que vimos ayer fue una consecuencia ineludible de esta sabia estrategia, supongo que debería aceptarlo a regañadientes. Pero resulta que Alberto Garzón, tan solo unas semanas antes, demostró que se podía hacer mejor: con el mismo programa, el mismo señor, y una pregunta también sobre la religión, dio una respuesta más honesta y directa. De hecho al terminar de responder a Don Mariano Calvo, quiso asegurarse de que no le había satisfecho la respuesta, buscando de alguna manera la misma actitud conciliadora de Pablo Iglesias: ser amable e inclusivo con el que sabes que no te va a votar.
Afortunadamente yo no soy político, y puedo dar rienda suelta a mi humor políticamente incorrecto. No comparto que tengamos que tratar entre algodones a señores y señoras mayores que no tienen ninguna pereza ni duda a la hora de defender públicamente sus ideales religiosos. Por un mal entendido respeto a los sentimientos religiosos, no somos capaces de ridiculizarlos por muy disparatados que nos parezcan, como de hecho hacemos con otras ideas (liberales, comunistas, nacionalistas, etc...) que nos parecen disparates. Digo ridiculizar sus ideas, no a las personas. Ser incisivo contra la irracionalidad de una idea, no implica tener que humillar a la persona que profesa esa idea. De lo contrario, nunca podríamos reventar el ideario fascista por temer a violentar la intimidad ideológica del político fascista. La religión no merece más respeto que cualquier otra ideología, y el que se atreve a sacar a relucir en un debate público sus ideas religiosas, se expone a que se las rebatan sin poder hacer uso de carta "respeta mi religión". No se puede ir a un debate de adultos con la intención de que traten como a un bebé.
De manera que para aquellos que piensen que la respuesta de Pablo Iglesias es demasiado tibia, y que la de Garzón es demasiado honesta, os dejo la que debería ser la respuesta más clara y sencilla. Es la respuesta que da Bill Maher a la supuesta persecución religiosa que algunos políticos denuncian en su país.
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