Ayer volvieron a atentar en París un grupo de asesinos con una motivación claramente religiosa, pero desde la izquierda todavía preferimos hablar del poder de EEUU y otros factores geopolíticos. Ya está bien. Las guerras no son monocasuales, hay muchos factores, pero hay uno que siempre tratamos de esconder. Cuando un terrorista muere gritando "Alá
es grande" ¿cómo podemos negar que la religión tenga algo que ver?
Deberíamos poder criticar la religión musulmana con tanta libertad como nos
metemos con la religión cristiana.
A Pablo Iglesias, a
Podemos, y a toda la izquierda le da asco coincidir con derechistas y neonazis
que solo esperan atentados como éste para señalar a los inmigrantes que tanto
desprecian. Pero por no contemporizar con esos descerebrados, terminamos
haciéndolo con otros fanáticos. Deberíamos ser libres de criticar lo peor
de la religión (cualquiera) sin miedo a molestar a los creyentes. Ninguna idea
debería escudarse en susceptibilidades ni argumentos sagrados: hay que debatirlas y ponerlas en cuestión. Si transigimos por esa estúpida corrección política nos negamos
el derecho a debatir en libertad.
Las personas tienen derechos, las ideas no. No más
sobreprotección para la religión. La religión es el problema, al menos buena
parte del mismo, y hay que denunciarlo. Sin complejos y sin olvidarse del
derecho de las minorías.
Racismo, imperialismo, colonialismo, nacionalismo,
comunismo, fascismo, machismo, homofobia etc... todas estas ideas han producido
asesinatos y discriminaciones, y por ello han sido criticadas. No hace falta
ser un loco, si tu creencia tiene algo de locura, aunque solo sea un poco, la
creencia es criticada y ridiculizada por irracional y servir para prender una
mecha. Sin embargo la religión es intocable. Solo se critica a los locos
y fanáticos que hacen uso de ella, como si sus mentes enfermas se hubiesen
inventado algo que no estaba ahí. No llegamos más allá, diagnosticamos locura
u odio, y no profundizamos en toda la cultura religiosa que nos impregna y
que posibilita esto. Pues no. Las ideas criminales salen de libros sagrados que
ensalzan genocidios y están llenos de intolerancia. No hace falta estar loco,
solo hay que tomarse en serio el libro sagrado. Es la religión moderada, no la
fanática, la que todavía se encuentra protegida de la crítica y debería ser expuesta al debate público. Los libros sagrados
tienen valores morales, pero también justifican barbaridades. Es ese germen religioso
de la maldad el que se niega constantemente, mientras que se resaltan las
buenas acciones e intenciones religiosas. Lo loable se publicita y se predica,
lo malo se esconde y se niega como si todo fuese producto de un enfermo mental.
Es tan obvio que no todos los musulmanes sean terroristas,
como que la motivación religiosa está detrás de toda esta violencia. La promesa
de 72 vírgenes en el paraíso es una motivación religiosa, y la condena contra el
infiel o contra el homosexual no es producto de una mente enferma, sino de una
ideología enferma.
La venta de armas, las humillaciones centenarias de Oriente Medio, los golpes de estado apoyados por Occidente, los gobiernos títere de EEUU, los bombardeos, la invasión de Irak, etc... de todo eso podemos hablar sin ningún problema en la izquierda. Pero de la religión, ni sugerirlo, no vaya a ser que ofendamos a musulmanes inocentes. Ya está bien de tratar entre algodones a quienes optan por creer en las mismas irracionalidades que nuestros compatriotas católicos de toda la vida.
Si los que ahora luchan en ISIS hubieran recibido una buena dosis de humanismo ateo y unas cuentas sesiones de humor irreverente, habrían aprendido que lo mismo su paraiso no existe, y nos hubiesen hecho un gran favor a todos con esa reflexión. Hay que animar a ejercer esa reflexión, hay que trabajar en prevención religiosa, como se trabaja en prevención contra la violencia de género, educando desde la infancia. Pero para ello primero hay que tener la madurez de aceptar que la religión,... la religión moderada de nuestros abuelos, de nuestras comuniones, de nuestros bautizos, forma parte de esa semilla del mal. En Occidente, ese ejercicio se ha hecho en buena parte, y tenemos que seguir haciéndolo, pero en Oriente Medio ese ejercicio está en pañales. Y quien usa pañales, se cree que todavía se merece el derecho a ser tratado como a un bebé: debemos criticar la religión y no acobardarnos por miedo a ser confundidos con intolerantes o fanáticos de otra religión. Si hay malas ideas en la religión, tenemos que atacarlas con vehemencia. Sin contemplaciones. Y al mismo tiempo distanciarnos de quienes quieren aprovechar estos atentados para machacar al inmigrante, al diferente.
Las personas tienen derechos, las ideas no.
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