¿Qué dijo Pablo Iglesias ayer para que casi todos los medios hablen hoy de ataque a la libertad, al estado de derecho, amordazar a la prensa, coacciones y presiones intolerables, y una larga letanía de exageraciones?
El que se haya molestado en ver la intervención, habrá comprobado que no estaba apoyando la censura, ni estaba usando un tono furibundo con los ojos inyectados en sangre. Se trataba de explicar un análisis crítico de cómo funcionan los medios. Y lo hace de manera cómplice con la simpatía que le merecen los periodistas que se encargan de las noticias de Podemos. ¿Por qué tanta alarma entonces?
Pablo Iglesias estaba explicando la relación que hay entre periodistas y políticos, una relación de tintes freudianos especialmente con aquellos periodistas con los que más intiman los políticos (Alvaro Carvajal, el periodista aludido, es el encargado de informar sobre Podemos para El Mundo). Pero para explicar eso, Pablo Iglesias usa el nombre de Carvajal para poner un ejemplo hipotético. Y ahí es donde la caga. Sacar del anonimato a un periodista, aunque solo sea como ejemplo hipotético, no lo puedes hacer si eres un político famoso. Por mucho que estés en la Universidad y no en un mitin. Porque el periodista no debe ser parte de la noticia, especialmente cuando su nombre pasa desapercibido en los medios.
Pero no es la única razón. Pablo Iglesias debería haber previsto que su frase se malinterpretaría para presentarlo como un devorador de la prensa libre, como el ogro que quiere instaurar la dictadura iraní-bolivariana, como efectivamente ha sido. Su gran capacidad para comunicar como su sagacidad para usar los medios, hace imperdonable que se lo haya puesto en bandeja de plata a tantos enemigos que tienen en los grandes medios de comunicación.
Pero dejando a un lado la torpeza de un usar un nombre, por lo que se ha disculpado varias veces, ¿el fondo de lo que quería explicar era tan retorcido? ¿Se merecía tantos exabruptos su forma de entender cómo funciona el periodismo? Eso es realmente lo interesante. Porque parece indicar que hay un debate sobre los medios de comunicación sobre el que no hay madurez democrática para abordarlo. No se trata solo de atacar a Pablo Iglesias porque caiga mal, o porque algunos crean que es un dictador que se quiere cargar la libertad de prensa o porque simplemente haya metido la pata al mencionar un nombre que debería haber permanecido anónimo. Hay algo más detrás de todo eso. Hay una creencia tan ingenua como ridícula con la que algunos profesionales de la información se ven a sí mismos. Y lo han reflejado hoy en editoriales y portadas. No ha sido algo aislado, sino general.
Lo que dijo ayer Pablo Iglesias es una verdad incómoda, escandalosa solo para quien se niega a verla. Es algo ya viejo, y no debería ser ningún escándalo, y especialmente los periodistas deberían conocerlo y no rasgarse las vestiduras por ello: el periodismo premia algunas noticias y silencia otras, porque los poderes fácticos y los filtros de su propia estructura están diseñados de esa manera. ¿O es que hemos nacido ayer? [VER VÍDEO A PARTIR DE 10:13]
Y es que decir que las líneas editoriales de los periódicos tienen sesgos, y que unas noticias son mejor bienvenidas que otras según el sesgo, es una obviedad. Ese es el sistema en el que funcionamos en las democracias occidentales. Por eso hay libertad de empresa para medios con distintas sensibilidades. Y criticar a los medios por sus defectos, es cómo criticar los fallos del sistema sanitario, o de la educación, o del capitalismo. La crítica de Pablo Iglesias no es tampoco nada original: "el control de los medios de comunicación", "el modelo de propaganda", y los filtros que los medios tienen para hacer medrar a unos periodistas más que a otros fue explicado perfectamente por Noam Chomsky hace ya décadas.
¿Qué periodista honesto y mínimamente crítico puede ofuscarse por recibir una crítica a su gremio tan obvia como certera? Si hubiese sido con un tono agresivo, habría entendido la reacción de los medios en el día de hoy, pero conociendo el tono amistoso y cómplice que usó Pablo Iglesias, la sobreactuación solo me la explico desde la creencia en que algunos periodistas se creen intocables e incapaces de asumir una crítica consustancial a su profesión. Una crítica que deberían haber conocido bien en su facultad, bien en su oficina, o al menos como consumidores de información.
Afortunadamente, como era de esperar, también ejemplos de lo contrario: http://lazonagris.infolibre.es/?p=619
Afortunadamente, como era de esperar, también ejemplos de lo contrario: http://lazonagris.infolibre.es/?p=619
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