El maestro Werner Herzog, rara avis del género documental,
nos vuelve a ofrecer un viaje que se inicia en un fenómeno de la
naturaleza para terminar en la mismísima naturaleza humana.
Tomando como punta de partida un mero interés científico, su voz en inglés con ese entusiasta y peculiar acento alemán que le caracteriza, nos sumerge en la belleza que despiertan los volcanes: una belleza brutal e hipnótica. Los enfoques y preguntas que hábilmente nos presenta hace que empaticemos con las costumbres, leyendas y temores que provocan la convivencia y el estudio de los volcanes.
Dicho así, parecería que el documental solo podría entretener a un vulcanólogo. Sin embargo, la poesía cinematográfica que despliega el director hace apto el documental a cualquier espectador sensible a la metáfora y la reflexión.
Aún sin ser su mejor trabajo, Herzog nos regala una nueva experiencia audiovisual. Para ver los documentales de Werner Herzog hay que ir al cine, o aislarse en casa con las luces apagadas y lejos del móvil. La dedicación e introspección que vemos en sus trabajos requiere un respeto sacrosanto. Algo así como la sensación de cuando entras en una iglesia, cierras una pesada puerta de madera, y dejas atrás un mundanal ruido para sumergirte en grandes dosis de espiritualidad. No tienes que creer en lo que allí se predica, basta con que sepas reconocer y quieras conocer la experiencia que allí se vive.
Herzog, ateo para más señas, usa un respetuoso interés antropológico y científico para penetrar con su cámara en el misticismo que dimana de la interacción de los seres humanos con la naturaleza. No se trata de ofrecernos imágenes en 4K de un río de magma... es mucho más que eso. Se trata de dar rienda suelta a nuestra curiosidad por la naturaleza humana.
Actualmente “Dentro del volcán” se puede ver en Netflix.
Tomando como punta de partida un mero interés científico, su voz en inglés con ese entusiasta y peculiar acento alemán que le caracteriza, nos sumerge en la belleza que despiertan los volcanes: una belleza brutal e hipnótica. Los enfoques y preguntas que hábilmente nos presenta hace que empaticemos con las costumbres, leyendas y temores que provocan la convivencia y el estudio de los volcanes.
Dicho así, parecería que el documental solo podría entretener a un vulcanólogo. Sin embargo, la poesía cinematográfica que despliega el director hace apto el documental a cualquier espectador sensible a la metáfora y la reflexión.
Aún sin ser su mejor trabajo, Herzog nos regala una nueva experiencia audiovisual. Para ver los documentales de Werner Herzog hay que ir al cine, o aislarse en casa con las luces apagadas y lejos del móvil. La dedicación e introspección que vemos en sus trabajos requiere un respeto sacrosanto. Algo así como la sensación de cuando entras en una iglesia, cierras una pesada puerta de madera, y dejas atrás un mundanal ruido para sumergirte en grandes dosis de espiritualidad. No tienes que creer en lo que allí se predica, basta con que sepas reconocer y quieras conocer la experiencia que allí se vive.
Herzog, ateo para más señas, usa un respetuoso interés antropológico y científico para penetrar con su cámara en el misticismo que dimana de la interacción de los seres humanos con la naturaleza. No se trata de ofrecernos imágenes en 4K de un río de magma... es mucho más que eso. Se trata de dar rienda suelta a nuestra curiosidad por la naturaleza humana.
Actualmente “Dentro del volcán” se puede ver en Netflix.
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