17.3.20

Coronavirus: ¿Valen todas las vidas humanas lo mismo?

El coronavirus es fuente de miedo y confusión, pero también podríamos aprovecharlo para profundizar en cuestiones que siempre han sido incómodas o inoportunas y que ahora se nos fuerza a encarar.

Aplaudimos a los sanitarios por su valor y generosidad con la que doblan turnos, arriesgan su salud e intentan salvar el mayor número de vidas. No les importa si salvan a un padre de familia, o a un preso, a una bailarina o a un leñador. Todas las vidas valen lo mismo. Ese es el punto de partida para tratar a los enfermos. Sin embargo, que todas las vidas tengan el mismo valor, paradójicamente no significa que todas terminen recibiendo el mismo grado de atención.


En la Primera Guerra Mundial, debido a la escasez de recursos médicos, se dividieron a los heridos en tres categorías:

1. Los que sobrevivirían sin ayuda médica.
2. Los que sobrevivirían solo con ayuda.
3. Los que morirían a pesar de la ayuda médica.

Solo se trataban a los de la segunda categoría. Esto ya se está aplicando en Italia, dejando a los muy ancianos sin tratar. Aunque todas las vidas tengan el mismo valor, y todos tengan un gran interés en seguir viviendo, analizadas todas las opciones, resulta que unas reciben más atención que otras. Esto no es discriminatorio, porque el trato diferenciado estaría justificado para lograr salvar el mayor número de vidas. Nadie es excluido de la ecuación por principio, lo que sucede es que tras un análisis racional se concluye que la ayuda es más útil en unos individuos que en otros.

Pues bien, si la intención es salvar al mayor número de personas, parece que no podemos tratar a todos por igual. Porque no todos salvan vidas por igual. El gremio de los sanitarios salva más vidas que el resto. Es verdad que los transportistas nos traen los suministros, los policías nos persuaden para no incumplir las normas de aislamiento, los panaderos nos siguen proveyendo de pan diario y los gobernantes nos coordinan para evitar el caos. Toda la sociedad está apoyándose mutuamente y todos somos necesarios, pero no es ningún atrevimiento orwelliano afirmar que algunos son más necesarios que otros.

Entonces, si aceptamos que una cirujana o un enfermero deberían ser atendidos antes que un taxista, ¿podemos seguir afirmando que todas las vidas valen lo mismo sin mayores matices?

Atreverse a ir más allá de esta máxima igualitaria es un tabú, pero no significa ser arbitrarios, sino que debemos aplicar otros criterios complementarios como la equidad. La corriente filosófica que subyace bajo este análisis es el utilitarismo de preferencias, y más concretamente es lo que resulta de aplicar el Principio de Igual Consideración de Intereses: inicialmente se tiene en cuenta a todos los que tienen un mismo interés, y luego en función del resultado positivo se atiende a unos más que a otros. Para más detalles véase mi reseña de "Ética Práctica" del filósofo utilitarista Peter Singer.

Cuando el interés es la vida, tenemos en cuenta a todos los que quieren vivir, aunque tras un análisis racional de las variables no todos terminen recibiendo el mismo trato. De manera similar, cuando el interés es el dolor deberíamos tener en cuenta a todos los sujetos que huyen del dolor: incluidos los animales.

Si con esta crisis cuestionamos y mejoramos un principio ético tan firmemente asentados como que "todas las vidas valen lo mismo", quizás también sea un buen momento para poner en cuestión y superar otros consensos bien asentados pero carentes de racionalidad como que "el sufrimiento animal no importa".

La barrera de la especie sigue siendo una venda que nos impide ver, o interiorizar, que existen otros dolores, y que deberían importarnos. Eso no quiere decir que los animales tengan los mismos derechos ni que sus vidas valgan lo mismo que las de un ser humano, simplemente que, al menos como punto de partida, sus intereses deben ser tenidos en cuenta y no deben ser excluidos por principio. La conclusión final sobre el trato aplicable a los animales puede ser diversa y variopinta. Pero lo que debería estar fuera de toda discusión es que son sujetos con un interés compartido con nosotros: evitar el dolor. 

Eso es lo que fundamenta las leyes herederas de la Ilustración que cada vez más tratan de impedir el sufrimiento animal en los países más avanzados. Pero suponer que la existencia de esas leyes deja resuelto el problema sería tanto como suponer que las mujeres están protegidas contra las violaciones porque disponemos de un código penal. De hecho, la comparación es demasiado generosa, pues los dolores y sufrimientos evitables que diariamente se infligen a los animales son numéricamente mucho mayores que las 28 agresiones sexuales que se denuncian cada día en España.

Que la comparación pueda resultar odiosa y fácilmente manipulable como una equiparación de las mujeres a categorías de infrahumanidad, solo es una señal más del consenso existente en torno al especismo, y de cómo todo vale con tal de eludir un problema ético bastante incómodo.

3 comentarios:

  1. Muy interesante el artículo. Sin duda vivimos un momento muy tenso a nivel global. Pero debo de preguntar, ¿por qué considera que la vida de los animales no vale lo mismo que la de los seres humanos? ¿O simplemente se trata de una estrategia gramatical para no indignar a lectores menos tolerantes?

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  2. Si no planteo la pregunta de si las vidas de los animales valen lo mismo que las de los humanos es porque no estoy convencido de que sea así.

    Se pueden imaginar casos en los que sería popularmente aceptable privilegiar las vidas de unos animales sobre las de unos humanos. Por ejemplo, imaginemos que un murciélago en vías de extinción contiene en su sangre la cura al coronavirus, y que es muy caro hacerles aumentar su población. Es posible que se invirtiesen más recursos en esos murciélagos que en humanos moribundos. Pero el ejemplo no es válido porque se hace para beneficio humano, y no teniendo en cuenta el valor de la vida del animal por sí mismo.

    Comparar a ese nivel a los humanos y los animales no me parece tan claro, como comparar a los dos teniendo en cuenta el dolor.

    Incluir a los animales en el dolor, es un reto plausible en mi opinión. Incluirlos como merecedores de algún tipo de derecho a la vida es mucho más complejo y menos intuitivo que el del dolor. Todos pueden que ver que un animal chilla cuando le quemas con un cigarro, pero no es tan obvio que sus vidas “valgan” lo mismo las nuestras.

    Cuando hablamos de humanos, en general, nos referimos a seres con un alto grado de consciencia de sí mismos. Elegir salvar a unos u otros es un choque moral. Cuando hablamos de animales, en general, nos referimos a seres con menos grado de consciencia de sí mismos, y si tuviéramos que comparar el valor de sus vidas con las de los humanos el choque moral no sería tan alto. La oportunidad de romper un tabú se perdería entre consignas exageradas por unos y por otros.

    El choque mental que ahora estamos experimentando es tener que elegir entre salvar dos vidas que por amplio consenso siempre valen lo mismo: las de un anciano y un joven, las de un taxista y un sanitario, etc…. El coronavirus nos fuerza a hacer un cálculo utilitarista que en mi opinión supone un reto ético que nos puede enseñar a pensar de manera utilitarista.

    Plantear que debido al coronavirus deberíamos poner en pie de igualdad las vidas de humanos y animales, no tiene desde mi punto de vista ni lógica ni futuro, y además, frustraría ese pequeño avance en nuestra forma de pensar que nos ofrece esta crisis.

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  3. Me quedo con el primer párrafo de su comentario. Ojalá pronto pueda estar convencido.

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