10.2.21

Pablo Hasel, el asqueroso rapero que NO merece ir a la cárcel.

El rapero Pablo Hasel va a entrar en prisión por una canción y 64 tuits que ponen a parir al rey emérito, entre otros. Buena parte de la izquierda se lleva las manos a la cabeza por semejante ataque a la libertad de expresión y salen en tromba a decirnos que debemos defender dicha libertad. Tienen razón en que es un ataque a la libertad de expresión. Pero no la tienen en cuanto que consideran que están defendiendo la libertad de expresión. ¿Contradictorio? Veamos.
 
Una cosa es que tú denuncies el robo de tus muebles, y otra muy diferente es que seas un defensor general de la propiedad privada. Es lógico que cada cual defienda sus derechos, pero para ser un paladín de los derechos de los demás, tienes que montar un pollo igual de grande como el que montas cuando te roban a ti. 
 
Al margen de que el rapero diga algunas verdades y de que tenga todo el derecho a defenderse contra los cargos, si lo que se pretende es que consideremos a Pablo Hasel un mártir de la libertad de expresión de todos los españoles, deberíamos aprender de algunos clásicos antes de pavonearnos en Twitter. 
 
El aforismo de Voltaire (erróneamente atribuido a él, pero no por ello menos correcto) nos habla de morir por una causa ajena:
"Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"
 
Nuestro contemporáneo Noam Chomsky lo subraya con menor ardor guerrero, pero de manera todavía más clarificadora:
"Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que no te gustan. Por ejemplo, Goebbels estaba a favor de la libertad de expresión para los puntos de vista que compartía, igualmente Stalin. Si de verdad estás a favor de la libertad de expresión, entonces estás a favor de la libertad de expresión precisamente para los puntos de vista que desprecias, de otra forma, no estarías a favor de la libertad de expresión."
Así que, ¿compartimos, o no, los puntos de vistas de Pablo Hasel? Es necesario mojarse. Tanto si demandamos libertad para los nuestros como si la demandamos para los demás.  En el primer caso simplemente por saber si realmente es de los nuestros o no, antes de meter la pata y salir en defensa de un enemigo. Luego podemos denunciar, como Hasel denuncia, y con razón, que los límites se aplican desigualmente. Pero ello conlleva aceptar la legitimidad de poner límites al derecho, combatiendo únicamente la aplicación discriminatoria del mismo.
 
Si por el contrario, lo que nos ofende es la falta de libertad de expresión en general, nos deberían dar igual sus ideas y rechazaríamos esos límites intolerables en todos los casos. Pero  para que eso sea creíble siempre deberíamos haber defendido la libertad de expresión, tanto de enemigos como de amigos. Si no ha sido así, no estaría de más dejar claro que esta vez no es porque se ataquen nuestras ideas, o que en todo caso solo es una casualidad. En realidad envidiaríamos una legislación como la de EEUU, en la que las opiniones impopulares de todo sesgo gozan de mayor protección.
 
Si este fuera el caso, entonces vamos tarde. ¿Por qué Podemos se esconde en la defensa general de la libertad de expresión para no condenar algunas barbaridades que ha dicho Pablo Hasel? ¿Por qué Pablo Hasel, y probablemente los firmantes del manifiesto de apoyo al mismo, no pusieron el grito en el cielo por los procesamientos y condenas  contra Jiménez Losantos que la justicia española nos regala casi cada año? Quizás por la misma razón que Jiménez Losantos no se escandaliza cuando quieren encarcelar a Pablo Hasel o Valtònyc, a saber, porque solo le importa su libertad de expresión, y la de los suyos. Cada cual barre para su propia casa. Todos apoyan la primera versión de la libertad de expresión, interesada y egoísta.
 
Echemos una ojeada, a ver si compartimos los puntos de vista del polémico rapero. Me parece lícita la curiosidad por saber si simpatizamos o no con la causa de quien vamos a defender, independienteme de que creamos que tiene que tener derecho a defensa. 
 
Si escuchamos la canción contra el rey emérito y leemos los tuits por los que ahora se le mete en prisión.... personalmente, debo decir que me parece totalmente injusto que este señor tenga que ir a prisión por esa canción. La letra de "El rey Bobón", no solo se basa en hechos que ahora todos los periódicos publican, y que antes todos callaban, sino que además me parece pegadiza, y hasta simpática, algo gamberra e ingenua, pero no peligrosa como para meter a su autor en la cárcel.
 
Menos simpáticas y más canallas me parecen las siguientes expresiones, que no se juzgaban en esta ocasión, pero que también son del poeta, y que no son hechos, sino valoraciones:
 
"Ejemplos de resistencia" (refiriéndose a miembros de los GRAPO)
“no me da pena tu tiro en la nuca, pepero”
“que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono”
"¡Merece que explote el coche de Patxi López!"
"Merece una bomba Televisión Española"
 
Y hay muchas más perlas del mismo estilo en todos los "poemas" y tuits que ha escrito, pero son igualmente nauseabundas.

Igual de despreciable que su coartada para que se deban perseguir expresiones homófobas y machistas, a diferencia de las suyas que aunque pueden ser igualmente humillantes, van dirigidas contra los poderosos. Voilà!, Hasel ha descubierta la panacea al gran debate de la libertad de expresión que desde siglos se libra entre grandes filósofos y juristas de todo el mundo. Nuestro energúmeno intelectual ha encontrado una patente de corso para arremeter contra el que quiera: ¡el poder! Por fin pueden eclosionar las ensoñaciones nostálgicas de un terrorismo anarquista o bolchevique que nos salvará del capital. ¿No resulta tan pueril como la Bruja Avería? Lo sería si no fuera porque hay descerebrados dispuestos a buscar bronca en las calles, ya sea contra sus némesis neo-nazis, o contra los que ellos consideren poderosos.
 
Lo cierto es que Pablo Hasel cree realmente que es un mártir, y que está pagando el precio por defender la libertad de los demás. Cree sinceramente que los intentos de silenciarle son parte de un plan mucho más amplio para "asustar a otros jóvenes". Como si fuese tan importante como para montarle una operación periodístico-policial, al estilo cloacas del estado, como hacen contra Podemos o los independentistas. Yo creo que él no se da cuenta de que el que asusta a jóvenes y viejos, obreros o burgueses, es él. Únicamente convence a un sector que vive inmerso, como él, en una miasma de ideología desquiciada, incapaz de actuar más allá del histrionismo político, improductivo, y altamente perjudicial para la clase que dice defender.
 
Allá cada cual con su ideología. Lo que nos interesa en concreto es si las opiniones por las que se le juzga deben ser censuradas desde el derecho penal? Yo creo que no. Pero el hecho es que sí lo son. ¿Hay que cambiar eso? Probablemente. No hay más que escuchar la ristra de procesos y condenas contra tanta gente, y por tantas tonterías, para darse cuenta de que en España hay serias limitaciones a la libertad de expresión. Pero esto es compatible con sentir asco por ese rapero con ínfulas de impaciente revolucionario.

Es el momento de debatir hasta qué punto queremos defender la libertad de expresión. ¿Más limitaciones o menos? ¿Sujetos especialmente protegidos? Sea como sea si no queremos resultar hipócritas, al tiempo que condenamos la entrada de Hasel en prisión, deberíamos mostrar el rechazo que nos produce el disidente al que defendemos. Precisamente porque no tenemos interés alguno en defenderlo, porque nuestra pretensión es válida para cualquier otro, es por lo que nuestra defensa sería más universal y objetiva. Precisamente porque no somos como VOX, que defienden a los militares pro-golpistas que quieren fusilar a la mitad de España, porque consideran que ellos son "nuestra gente". No vaya nadie a pensar que nuestro interés en la libertad de expresión solo es para las ideas políticas que nos gustan. O algo incluso peor: que, aunque solo fuera para distanciarnos de los fascistas, caigamos en la tentación de considerar que Pablo Hasel es uno de los nuestros.  
 
Qué asco me da solo pensarlo.

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